Muchos de los snacks y galletas que han marcado nuestra infancia ya no se encuentran en las bodegas ni quioscos. No hay niño que se resista ...
Muchos de los snacks y galletas que han marcado nuestra infancia ya no se encuentran en las bodegas ni quioscos.
No hay niño que se resista a un dulce y no hay razones que puedan impedirlo. Los padres intentan disuadirlos, hablan de lo inútiles que son, del dolor insoportable de las caries, que no tienen proteínas –ni vitaminas –, que los dejarán enanos para toda la vida. Pero, igual, los niños insisten y, por lo general, vencen y endulzan sus paladares.
A todos nos ha pasado. No se hagan. Si alguien no ha sucumbido a un dulce, no ha vivido. Hemos tenido momentos ‘sublimes’, ‘mostros’, que hemos compartido con nuestros enemigos ‘moticucos’ que ahora forman parte de nuestro pasado.
Los niños de los ochenta han transgredido los límites de lo sano con el recordado Chocomel, ese polvillo de cacao que ensuciaba el uniforme escolar, o han tenido en la envoltura amarilla del chocolate Juguete (se llamaba así porque traía de yapa un juguete) la felicidad en pleno. También estaban el tradicional Muss de Cremino, el Cua-Cua o los chocolates rellenos de crema de fruta de D’Onofrio.
Para los que gustaban del chicle tenían el gigante Dos en Uno con su envoltura de rayas oblicuas rojas o amarillas (según el sabor: de fresa o plátano) o el Chicle Bomba, cuya mascota distintiva era un pequeño elefante azul (con el chicle venía una figurita).
Si se trataba de caramelos uno podía escoger entre el económico Monterrico, un paquete de Coco-Roco (recuerde la frase: “¿Es un cocoroco lo que toco?”. La publicidad del caramelo la acuñó), los Picolines (chupetín) y los ositos Bongó.
Más allá estaban los snacks y galletas: Chomp de naranja o vainilla, la galleta Victoria, el Tico-Tico, galletas Pippo, Miami, Marquesitas de Royal, Crisp y la Charada (de chocolate o maní).
Más cerca, en los años noventa, estaban el chocolate Sapito, Chocopunch, Bolimbo (super, hiper ácido), los chocolates Golpe y Mostro.
La lista es interminable y los dientes perdidos muchos más. Varias de estas marcas han desaparecido o se han reinventado. Un clásico de clásicos es el Sublime. ¿A qué se debe que haya permanecido imbatible a lo largo de los años y se mantenga como un chocolate líder? Alberto Haito, director de Arellano Márketing, explica que el caso del chocolate con maní es casi único. Se trata de una marca sumamente fuerte, cuya calidad se ha mantenido inalterable.
La lista es interminable y los dientes perdidos muchos más. Varias de estas marcas han desaparecido o se han reinventado. Un clásico de clásicos es el Sublime. ¿A qué se debe que haya permanecido imbatible a lo largo de los años y se mantenga como un chocolate líder? Alberto Haito, director de Arellano Márketing, explica que el caso del chocolate con maní es casi único. Se trata de una marca sumamente fuerte, cuya calidad se ha mantenido inalterable.
Sin embargo, su presentación a lo largo de los años ha cambiado. El Sublime original estaba envuelto en papel de manteca que traslucía el chocolate; asimismo, hubo un tiempo en que se pretendió hacerlo más pequeño, se volvió a lanzar el Sublime blanco (ingresó al mercado a inicios de la década del 70 y se fue a mediados de los ochenta) pero, al final, la esencia es la única que pervive.
¿Y tu qué golosinas aún recuerdas?
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